30 de marzo de 2017, la canciller alemana, Angela Merkel, es recibida por el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdelaziz, en la ciudad de Yeda. La que es hasta el momento la líder europea más influyente viajaba, en el contexto de una visita exprés, a Arabia Saudí, el aliado más importante, y también más controvertido que tiene Occidente en el mundo árabe.
El objetivo, afianzar las estrechas relaciones
bilaterales que existen entre ambos países en el ámbito militar y económico.
Esto dos aspectos son fundamentales para la monarquía saudita, que se encuentra
por delante ante dos retos: por un lado, el desarrollo de un plan de transición
energético y económico que supere su dependencia del petróleo y, por el otro,
mantener su posición como referente de la región frente al empuje de Irán de
los últimos meses.
Berlín
y Riad han acordado que la Bundeswehr, el ejército alemán, forme a personal
militar saudí en instalaciones de la armada germana. Es cierto que no estamos
hablando de un envío de efectivos a territorio saudí, pero sí es cierto que
Alemania va a exportar know-how y esta constituye una de las cooperaciones
más importantes que se produce en materia de defensa entre un país europeo y la
monarquía absoluta.
Las críticas, como se preveía, no se han hecho esperar en
el seno de la sociedad alemana. Varias organizaciones en defensa de los
Derechos Humanos se han echado las manos a la cabeza porque, aunque se afirme
que la formación irá encaminada a la lucha contra el DAESH, puede que se preste
apoyo a Arabia Saudí en plena campaña militar en Yemen.
Comentarios