Los partidos políticos como agencias de colocación

El socialdemócrata Olaf Scholz, alcade de Hamburgo. WIKIMEDIA
"Un hombre llamado Scholz". Así titula Der Spiegel el editorial de su último número firmado por el periodista alemán, René Pfister. En el mismo, poniendo como ejemplo el escaso peso de los partidos políticos en las últimas elecciones de Hamburgo, ganadas por el socialdemócrata Olaf Scholz, Pfister hace un magnífico análisis sobre el papel que juegan las formaciones políticas en la Alemania contemporánea y la necesidad de regeneración a la que se enfrentan si quieren volver a tener la iniciativa en el debate ideológico y recuperar así el compromiso que tradicionalmente han mostrado los alemanes con los partidos políticos. A medida que iba leyendo el editorial redactado por Pfister, veía ciertos paralelismos con la situación actual de los partidos políticos en España. Les desgranaré a continuación algunas de las claves del editorial de Der Spiegel. Luego, reflexionen ustedes.

Dice el artículo 21 de la Grundgesetz für die Bundesrepublik Deutschland o la Constutición alemana de 1949 que "los partidos [políticos] cooperarán en la formación de la voluntad política del pueblo". Dicho en otras palabras, los partidos eran los encargados de llevar la iniciativa del debate político en la sociedad y de hacer partícipe a los ciudadanos del mismo tras el final de la IIGM. Este principio, indica Pfister, es el que habría degenerado y mutado en los actuales "privilegios de los partidos", que en 2013 se repartieron 153 millones de euros en subvenciones públicas. Hablamos pues de unos privilegios que, a pesar de no responder a las esencias de la ley fundamental alemana, habrían sido facilitados por unos fundadores de la república federal que no pudieron prever qué iban a hacer sus sucesores.



En el caso español, también se recoge en la Constitución, en su artículo 6, que "los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política". Los padres de la Constitución del 78 hilaron aquí un poco más fino que sus homólogos germanos. Primero, las formaciones políticas serían posteriores a un hecho anterior a ellas, como es el pluralismo político, y segundo, dejan entrever que la participación política no es monopolio exclusivo de estas. A pesar de los matices introducidos, la partitocracia se ha extendido como un virus a lo largo y ancho de nuestras estructuras estatales y ahí radica una de las razones -dejando a un lado la gestión de la crisis económica- que han posibilitado el creciente desapego de la sociedad española con los partidos políticos tradicionales y la creación de nuevas formaciones que buscan ejercer de otra manera la política.

La degeneración de unos de los principios fundacionales de la República Federal haría necesario "recortar los privilegios de los partidos", enfatiza el editorial de Der Spiegel. Argumenta Pfister que los partidos han ido dejando a un lado sus obligaciones (formar políticamente a los ciudadanos y llevar el peso del debate político) y han ido convirtiéndose en agencias de eventos subvencionadas por el estado. La reciente victoria del socialdemócrata Olaf Scholz en las elecciones de Hamburgo sería un ejemplo de ello: Scholz  es quien habría ganado los comicios y no el SPD, cuyo papel quedó relegado a un simple "instrumento para la organización de la batalla electoral". Esta circunstancia no es nueva en Alemania y se nombra directamente a la canciller Angela Merkel, quien según Pfister ha reformado el CDU para convertirla en una organización complementaria a su poder.

Son las personas quienes están ganando las elecciones en Alemania y los partidos ya no organizan "la batalla de las ideas, sino que son el telón de fondo de las actuaciones de sus líderes". Son así agencias de eventos y de colocación que buscan estar cerca del poder y mantener a las personas que lo ostentan por todos los medios que tienen a su alcance y que apenas se interesan por las opiniones y aportaciones políticas de sus militantes, cuyo número ha ido disminuyendo en los últimos veinte años.

Me cuesta creer que en España el peso de los líderes de los principales partidos políticos sea mayor que estos, aunque es indudable que se está avanzando en esta dirección. A pesar del tratamiento informativo de la actualidad política, que se basa en muchos casos simplemente en hacerse eco de las declaraciones del representante de turno, aún siguen siendo las tradicionales estructuras de partido más fuertes que sus líderes. Eso sí, al igual que en el caso alemán, los partidos políticos tradicionales se han convertido en grandes agencias de comunicación política, que venden mensajes políticos -que no ideología- como si de mercadotecnia se tratara. También son en su mayoría grandes agencias de colocación de personas en puestos de responsabilidad, no sólo política, sino también judicial.

Por todo ello, René Pfister considera necesario reformar el sistema de partidos e introducir en el mismo medidas que ayuden a aumentar la transparencia en las formaciones políticas para que vuelvan a ejercer el mandato recogido por la constitución de 1949. Nombra, por ejemplo, el caso estadounidense, donde los candidatos a la presidencia tienen afrontar un proceso de primarias real, mucho más avanzado, democráticamente hablando, que las realizadas en el PSOE para elegir a su secretario general o que la votación secreta propuesta por el presidente de La Rioja, Pedro Sanz, para su reelección dentro del seno del PP riojano.  

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