Ecuador: los hermanos Correa frente a frente




El 20 de enero de 2013 se llevará a cabo la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador. Hasta entonces aún queda mucho, a pesar de que tanto el equipo de Rafael Correa como el de su hermano, Fabricio Correa, ya están trabajando intensamente para unos comicios en los que hará falta una segunda vuelta -prevista para el 3 de marzo- para decidir quién se hará con la presidencia ecuatoriana. Y es que, parece improbable que ninguno de los candidatos se haga con el 40% de votos, sobre una diferencia de al menos 10% sobre el segundo candidato. En este sentido, hasta ahora han presentado candidatos el gubernamental Alianza País, el Movimiento Patria Altiva i Soberana (PAIS), el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), la Sociedad Patriótica (PSP), el Movimiento Popular Democrático (MPD) y Equidad, Progreso y Orden de Fabricio Ortega.

La atención mediática gira en torno al enfrentamiento que se está produciendo entre Rafael Correa y Fabricio Correa. Hay que reconocer que la historia tiene su jugo: dos hermanos que se enfrentan por el poder de un país. A partir de este punto de partido hay lugar a interpretaciones: el relato que habla sobre el benevolente mandatario que sufre la traición de un hermano que aspira al poder o la historia del hermano que ve en el mandatario malas prácticas y al que, a pesar del parentesco, tiene que combatir por el bien del país.

Dos posturas irreconciliables

Los ingredientes para que hasta el día de las elecciones se produzca un debate que progresivamente se hará más bronco están dispuestos sobre la mesa. Desde que presentó su candidatura, Fabricio Correa se ha centrado en marcar radicalmente distancias con su hermano y en desarrollar un discurso político que gira en torno a dos ideas: la necesidad de luchar contra el miedo de la población ecuatoriana nacido como consecuencia de las prácticas poco democráticas del presidente del país y las acusaciones de altos niveles de corrupción en el gobierno de su hermano. Los cercanos a Fabricio Correa ven en este discurso la posibilidad de arrebatar a Rafael Correa el apoyo de unas clases medias que en 2009 confiaron en él y que ahora ven en el presidente a un mandatario que podría atentar contra sus intereses y que se encuentra demasiado cercano a Hugo Chávez. En este sentido, no puede descartarse la posibilidad de que busque una coalición con el resto de formaciones opositoras al estilo venezolano, aunque resulta bastante complicado a día de hoy.

Por su parte Rafael Correa se ha defendido atacando la línea de flotación de Fabricio. Por todos es conocido que Fabricio Correa ha sido hasta hace poco uno de los mayores empresarios del país; una condición que ha permitido que Rafael Correa siembre la duda sobre su hermano respecto a su honestidad. Hace pocos días, el Presidente de Ecuador dijo tener “graves indicios” de que Fabricio continúa con empresas fantasmas en “Los desayunos de Televisión Española” cuando Ana Pastor entrevistó al dirigente ecuatoriano. La sombra de la duda queda así en el aire y muchos ecuatorianos empezarían a ver a Fabricio como un hombre de altos negocios al que solamente le moverían los intereses personales.

Pero el discurso de Rafael Correa no se centra exclusivamente en atacar a su hermano. El Presidente de Ecuador también está incidiendo en la necesidad de que su persona siga como mandatario para preservar así la independencia del país. En las elecciones que ganó en 2009, Rafael Correa abanderó la denominada “revolución ciudadana” que defendió la idea de que ningún organismo internacional debía inmiscuirse en los asuntos de Ecuador. En esta ocasión, Correa considera que toca de nuevo defender estas proclamas, tal y como puede desprenderse de sus declaraciones en las que afirmó que “si el FMI llega a Ecuador a decirnos qué hacer, por el mismo avión los regresamos”. La pretendida defensa de la soberanía nacional de Ecuador y el rechazo a las que ha denominado como “organismos neoliberales” toman así cuerpo en un discurso que pretende presentar al mandatario ecuatoriano como una especie de mesías, al estilo del resto de presidentes del ALBA.

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