Hace tiempo que la brillante Italia está irreconocible. La que era la octava economía del mundo apenas es hoy una sombra de aquel país alegre y simpático que, allá por los años 50, se puso manos a la obra para dinamizar a toda una sociedad que había sido embrutecida en los oscuros años de mandato de Benito Mussolini. Les hablo de la Italia firmante del Tratado de Roma de 1957, de la nación que supo modernizar su industria y hacerse un hueco en el mercado Europeo. En definitiva, la Italia que trató de igual a igual a sus compañeros del centro de Europa.
Los rasgos que caracterizaron a este país están desaparecido poco a poco, como si nadie se diera cuenta de ese proceso gradual que está eliminando todo carácter emprendedor y reivindicativo de una sociedad que fue capaz de estar a la vanguardia cultural europea durante muchos años. En este proceso ha influido, en gran medida, la desidia y la dejadez de unos ciudadanos que se han dejado llevar y que se olvidan de los atropellos de una clase política dirigente que apenas muestra interés en satisfacer las necesidades de los italianos. No toda la culpa es achacable al primer ministro Berlusconi, aunque sea él precisamente la cabeza visible del cúmulo de problemas que acecha al país.
Algunos dicen que la clase política es una muestra clara de los ciudadanos de un determinado país. Me niego a pensar que los italianos se muevan exclusivamente por el interés de conservar cuotas de poder y por el de intentar enriquecerse a toda costa. En este caso, creo que los italianos están por encima de sus gobernantes, aunque no hayan tenido valor para plantar cara a una clase política envejecida y carente de todo sentido de búsqueda del interés común. El sistema multipartidista italiano ha conseguido diluir las posiciones políticas de los ciudadanos y ha hecho muy difícil crear gobiernos fuertes que no recurran a la compra de votos para aferrarse en el sillón.
En su día, la corrupción acabó con los partidos políticos tradicionales a principios de los años 90. Fue entonces cuando los italianos demostraron su gran sentido de Estado desechando a esas formaciones en favor de las nuevas figuras como Silvio Berlusconi o de los "políticos limpios" como Romano Prodi. Los ciudadanos dieron así una lección que pronto ha olvidado el que es el actual Primer Ministro de Italia. Hay que volver a dar ese golpe de efecto porque ahora es el momento idóneo para que haya una nueva regeneración democrática en el país. No es normal que sean reelegidos quienes controlan los medios de comunicación y quienes optan por el populismo para hacer política.
Tengo esa esperanza aunque el Congreso italiano me diga lo contrario. En la jornada de hoy, una moción de censura contra Berlusconi se ha saldado con 314 votos a favor de Berlusconi frente a 311 en contra y dos abstenciones. Y es que, las malas prácticas han vuelto a hacer acto de presencia en el organismo donde debería residir la soberanía de los italianos con la compra de un diputado tránsfuga del Partido Democrático, Massimo Calearo, y de dos diputadas de Fini.
Comentarios
Mi hijo compartió casa durante el Erasmus ¡también lo hizo! el año pasado, en Polonis -Varsovia- que no en Dinamarca, con 3 chicos italianos. Estos estaban avergonzados del presidente de su país, pero ahí está. Su dinero debe costarle, bueno, más bien el de los demas.
Buena noche; PAQUITA
La mayoría de los italianos no ven con buenos ojos a su gobierno. El problema reside cuando no hay una alternativa clara.
Un abrazo y me alegro de saber de ti.