Martes 7 de diciembre. Autor: Álvaro PeñaEspaña, puente de la Constitución de 2010. Por arte de magia, casi el 90% de los controladores nacionales se sienten indispuestos un viernes, a las 5 de la tarde. Había cambio de turno y, sin pensárselo dos veces, quienes controlan el espacio aereo español decidieron no trabajar más. Por lo que se ve, el paro extremo era consecuencia de un decreto gubernamental que fijaba las horas laborales de los controladores y que cortaba el grifo de las horas extras. De repente, más de 600.000 usuarios se quedaron tirados en los aeropuertos y el Gobierno decidió decretar el Estado de Alarma, una medida que militarizó las torres de control y que recorta los derechos fundamentales. Aún seguimos en esa situación y, por primera vez en democracia, los españoles vivimos el día de la Constitución con menos derechos que garantizan el normal desarrollo del tráfico aéreo. Una de las grandes lecciones que podemos sacar de esta crisis es que un pequeño grupo, como son los controladores, puede poner en jaque a todo un país, destrozar las espectactivas de turismo en un puente tan importante y desprestigiar lo que se conoce como la "marca España". Ahí es nada.
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