Tras varios días de conversaciones entre las diferentes formaciones políticas, el jeroglífico británico ha sido descifrado . La tarde-noche de ayer dio la clave cuando Brown dimitió y dejó vía libre a sus adversarios. Algunos podrían ver en este movimiento el último intento de dejar una puerta abierta para una posible coalición anti-conservadora que permitiera los muebles del laborismo. Nada más lejos de la realidad. Al final, lo que el ex-Primer Ministro consiguió es que la Reina Isabel II llamara al candidato más votado en los últimos comicios, David Cameron, para que formara un nuevo ejecutivo. Cameron no defraudó, dio un paso al frente y, con la ayuda de Nick Clegg, presentó un nuevo equipo de gobierno.
El resultado de todos estos movimientos ha sido la creación de una coalición entre conservadores y liberal-demócratas, algo inaudito en la historia de Gran Bretaña por varias razones: primero porque los liberal-demócratas nunca han tenido tanto peso para influir en la formación de un gobierno y segundo porque el sistema electoral británico siempre había garantizado la creación de gobiernos fuertes en la Cámara de los Comunes. Con todos estos alicientes, los británicos se encuentran con algo que nunca habían imaginado: dos partidos políticos en un mismo equipo, una circunstancia que puede generar fisuras en los próximos meses pese al sellado pacto de estado.
A medida que pase el tiempo, resultará interesante ver cómo la coalición gestiona un gobierno bicéfalo, que tendrá a Cameron y a Clegg como cabezas fuertes. Hablamos de dos personajes carismáticos y que tienen por delante el reto de compaginar concepciones muy distintas sobre su país y su imagen en el panorama internacional. Es cierto que se han unido para intentar enderezar la situación económica que sufre Gran Bretaña, pero son muchas las desavenencias. Por eso va a resultar difícil dar una imagen de estabilidad. La opinión pública del país es novata en esto de las coaliciones y fracturas dentro de un gobierno y, es precisamente eso lo que puede pasar factura a dos partidos políticos que han estado esperando el cambio durante los últimos 13 años de laborismo.
Dentro de este nuevo panorama político, nos encontramos con la presencia de 5 ministros liberales en el gobierno. Sin lugar a dudas, el tercer partido nacional ha conseguido un buen rédito al hacerse con varias carteras importantes como las de Educación, Escocia y Energía y Cambio Climático. Esto, junto con la presencia de Clegg como viceprimer ministro y de Vince Cable en asuntos económicos, puede dar una imagen positiva de un partido que ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Eso sí, habrá que ver los choques que se puedan producir con los tories cuando empiece la labor ejecutiva.
En este sentido, cabe recordar las diferencias ideológicas y retos del nuevo gobierno. En la esfera ideológica, todos sabemos que Cameron se erige como un euro-escéptico de manual y Clegg como un eurócrata que quiere abrir al Reino Unido a la Unión Europea. Estas concepciones tan dispares en cuanto a la imagen internacional de Gran Bretaña pueden dar lugar a una política exterior titubeante. Pero aún hay más. Los liberal-demócratas propondrán el cambio del sistema electoral, algo que es sagrado para los conservadores. Puede que este punto sea en un futuro la clave de una ruptura cuando la situación económica mejore. En cuanto a los puntos en común, el más fuerte es el económico ya que ambos partidos optan por políticas liberales de contención de la deuda nacional para sacar al Reino Unido de la crisis económica. Cabe la duda de si optarán por la privatización de servicios públicos. Ya se verá.
Cameron y Clegg; Cleeg y Cameron. Dos protagonistas que tienen que compartir papel. ¿Serán capaces de agotar la legislatura?
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