Cuando la "Flotilla de la Libertad" zarpó el pasado 27 de abril desde Turquía, todos sabían que algo iba a pasar cuando las autoridades israelíes prohibieran el paso al grupo de barcos que intentaba llegar a la Franja de Gaza. Eso sí, nadie prevía que todo acabaría con un abordaje y cerca de 15 muertos y 30 heridos. Ese es el fatídico resultado de un acto que tenía no sólo un carácter humanitario, sino también reivindicativo al intentar denunciar la situación de bloqueo comercial que sufre el territorio palestino.
A lo largo de la historia del conflicto, siempre ha habido grupos simpatizantes palestinos que han desarrollado campañas de denuncia sobre la situación de la población civil. Esta "Flotilla de la Libertad" iba a ser un acto más inmerso en esos movimientos de solidaridad con los palestinos, pero ha quedado en algo más significativo. Lo que podría haber sido una simple anécdota con la retención pacífica en aguas israelíes, se ha erigido como un acto violento que puede traer graves consecuencias para las autoridades de Tel-Aviv tanto en diplomacia, como en materia comunicativa y de seguridad.
El gobierno israelí ha intentado justificar lo que considera un acto legítimo. Un miembro del comando inmerso en la operación de abordaje ha dicho para una radio local que: "Los activistas nos recibieron como si fuera una guerra. Con fuego real y barras de hierro". Es difícil comprender que haya habido algún intercambio de disparos puesto que ningún soldado israelí ha resultado herido. De hecho, las armas más peligrosas que se ven en un vídeo son tirachinas con canicas. También es complicado creer que hiciera falta un acto de tanta fuerza para reprimir a activistas que portaban barras de hierro. Con esto no quiero justificar ningún tipo de violencia, lo que intento clarificar es que no ha habido proporción a la hora de defenderse de un posible ataque. 15 muertos y 30 heridos son un número muy importante como para andarse con excusas. Además, este abordaje se ha producido en aguas internacionales, con lo que el grado de acción israelí debería quedar limitado a simple defensa y no a un acto ofensivo, que es lo que han resultado estos hechos.
La cuestión de toda esta problemática queda en las consecuencias en que derivará. De primeras, en el plano comunicativo, Israel ha perdido enteros. Todos los medios de comunicación del mundo se han hecho eco del ataque que ha recibido el rechazo de la comunidad internacional. La imagen de Tel-Aviv está muy dañada y ha conseguido dar argumentos en su contra para quienes creen que su política exterior en Oriente Próximo no es la más acertada. La imagen institucional de un gobierno democrático se puede ver muy degradada con este tipo de actos que son muy difíciles de justificar.
En cuanto a la diplomacia israelí, esta ha sufrido un gran revés. En primer lugar, quien ha sido su aliado estratégico con el mundo árabe, Turquía, ha retirado a su embajador en el país y ha suspendido las maniobras conjuntas que realizaban sus ejércitos. Israel ha perdido así parte de su credibilidad en su lucha por existir. Continuando esta tónica de condenas y pérdida de credibilidad, el Consejo de Seguridad de la ONU ha decidido reunirse de urgencia esta tarde. Por su parte, la Liga Árabe también tiene prevista una reunión para analizar la situación abierta e incluso EE.UU. ha lamentado la muerte de los activistas. También la UE condena lo que considera una 'masacre'.
Por último, la seguridad del propio estado israelí puede sufrir malos momentos. Quizá haya manifestaciones internas e incluso podría darse una escalada de violencia en los territorios palestinos contra asentamientos y efectivos militares.
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