Historia de un secuestro 'legal' (III)


De cómo el mundo se me cayó encima


Un portazo resuena en mi cabeza. Estoy encerrado, no hay escapatoria alguna salvo la que me puedan dar mis pensamientos; pensamientos que ayudan a evadirme o que pueden atormentarme más aún. Ahí estoy, en ese habitáculo. Nunca había imaginado un espacio tan ascético. La imagen que tenía de una celda era la de un lugar peligroso en el que tienes que luchar por mantener una imagen de fortaleza: con sus barrotes, tus compañeros del trullo... No es así. Estoy solo y solo tengo que luchar contra el aislamiento, contra la falta de luz natural, contra la falta de cualquier referencia espacial y temporal.

Puedo recorrer la celda en cuatro pasos y medio exactamente, mientras que me sobro con mis brazos para abarcar el ancho de la sala. Ese pequeño espacio me come. En ocasiones no me deja respirar, pero hay que aguantar. Llama la atención que el habitáculo no responde a una decoración tipo Ikea, tal y como se podría imaginar de un país como Dinamarca. Me fijo en la puerta. La miro y me doy cuenta de que estoy encerrado. Es blanca, impoluta y parece ser muy pesada. No tiene un hueco a través del cual pueda ver el pasillo. No hay barrotes. Únicamente dispone de una mirilla, por la cual un policía puede vigilarme. A su izquierda encuentro un timbre. Más tarde descubriré que sirve para que te lleven al baño.

Empiezo a dar vueltas, me empiezo a inquietar. No sé qué pasará. Supongo que tendré derecho a una llamada para decirle a mi familia que estoy en el calabozo. ¿Qué va a pensar? ¿Cómo se lo digo? Nunca había imaginado encontrarme en esta situación y nunca había imaginado que pensara en cómo contarle a mis padres que estoy bajo tutela policial. Siento que hace un poco de frío y me tapo con la sábana que me dieron hace unos minutos u horas. Me acurruco en un lado de la tabla que hace de cama. Es incómoda. Decido incorporarme. Doy una vuelta, y otra, y otra. Ese sitio es pequeño. ¡Menos mal que no soy claustrofóbico! En eso estaba pensando cuando ella aparece en la cabeza. Lloro, me sobrepasa la situación.

Pasan los minutos y viene un médico de mediana edad. Apenas inspecciona mis pupilas y comprueba mis pulsaciones. Me pregunta si tengo marcas en las muñecas a causa de las esposas o si he consumido drogas. También se interesa por si tengo alguna lesión que me haya podido causar la policía y que quiera declarar:

- I have nothing -respondo-.
- Ok, tak.

El extractor de aire suena. Me está taladrando la cabeza. Quiero echar una cabezadita y lo consigo. Puede que hayan sido 15 minutos, no mucho más. Estoy inquieto porque no sé cuándo se me va a permitir hacer una llamada telefónica. Llamo al timbre y una voz, que sale de un altavoz situado en el techo me pregunta qué quiero. Le digo que necesito ir al baño. Me da permiso. Al poco rato aparece un policía. Es agradable y me sugiere que coja un vaso de plástico para llenarlo de agua. Le pregunto cuándo podré contactar con la embajada. "Later"-acierta a decir.

Sigo encerrado. Pasan las horas. Me acostumbro a la situación pero en cuanto oigo algo de ruido en el exterior pienso que es que alguien viene a por mi. Parezco un perro deseoso de que le den un paseo. Tengo hambre. Intento matar el tiempo y me pongo a inspeccionar las pintadas de la celda: "Kurt Cobain, 9 -5-1992". "Katharina (Russia)". "Mohammed". En grandes letras negras "V.6", es decir, "Celda nº 6". Lo banal se mezcla con lo metafísico. Hace frío, intento dormir de nuevo. Pienso en mis amigos. ¿Cómo hemos llegado a esto?

Oigo que se abre la puerta. ¿Qué pasará? Frente a mi se presenta un joven inspector junto con una chica rubia, entrada en carnes. Se presentan y me dicen que esa chica es una intérprete. Van a interrogarme. ¿Habrá una sala especial para estos menesteres? Mientras andamos por la comisaría le digo a la intérprete que vamos a ir a la embajada para denunciar todo lo que ha pasado. Intenta persuadirme. "Es mejor evitar problemas para todos"- me arguye.

Finalmente empieza el interrogatorio. Me quieren acusar de escándalo público. Niego la mayor porque lo único que hice fue preguntar por mis amigos. Es entonces cuando me aceptan esa declaración y me dicen que un taxista ha dicho que mis amigos no han hecho nada ya que los vio huyendo del chico que tenía la cabeza ensangrentada. Por lo que se ve, había habido una pelea en la zona y, casualidades de la vida, en ella había habido españoles. Saben que no hemos hecho nada y sólo se atreven a decir que han respetado la ley danesa y que la policía está capacitada para detener arbitrariamente. Los trabajadores del lugar de los hechos (un supermercado que está abierto 24 horas al día) han declarado que mis amigos no habían hecho nada.

Tengo que esperar otra hora y media más para que me saquen. Me dan mis pertenencias y firmo que me han devuelto todo después de comprobar que no ha desaparecido nada. Salgo por una puerta de cristal y varios amigos me aplauden. Ha terminado la pesadilla. Son las 6 y media de la tarde del día siguiente.

Comentarios

Lia ha dicho que…
Wenas!! Un buen relato que pone de manifiesto el calvario por el que puede llegar a pasar una persona cuando no sabe por qué la han detenido. El título es totalmente acertado, es un secuestro legal.
Saludos!!
Duende Crítico ha dicho que…
Gracias Lia.

¡Salud!
Caminante ha dicho que…
He vuelto ¿Donde andas? En Dinamarca? algo pasa en Dinamarca...
La experiencia de calabozo se siente peor por la familia que por un@ mism@.
Yo lo "disfruté" en 2003, no estuve sola sino con dos muchachas más, y mucho más jóvenes.
Lo viví así, como una experiencia directa y no fílmica, sin desgarro alguno.
Besos y vuelve: PAQUITA
Duende Crítico ha dicho que…
Sigo en Dinamarca,el caso está en que ando muy ocupado académicamente hablando...

Este tipo de situaciones se pueden vivir de diferentes maneras puesto que cada persona es diferente. Tú lo viviste directamente, sin desgarro. Otros con más incertidumbre.

Un abrazo Paquita.