Dicen de él que le gustaba sentarse media hora para jugar al mus con la cuadrilla. También recuerdan con cariño cuando aparcaba mal su coche en doble fila. Seguramente más de una vez le multaron, pero el seguía erre que erre. Incluso todavía algunos esgrimen la última media sonrisa para reconocerle que era una persona buena con la que te podías cansar a reír. Algunos desaprensivos querrán decir de él que no colaboraba con la causa, que no se "mojaba" en la liberación de Euskal Herria. Pero Ignacio sólo era un pequeño constructor de los muchos que abundan por nuestro país. No había hecho nada a nadie. Precisamente puede que por eso, por no haber financiado nada a nadie, haya encontrado la muerte.
Ignacio, según cuentan sus cercanos, era una persona de costumbres. Siempre cogía su coche e iba a trabajar. Siempre hacía el mismo trayecto y siempre se pasaba por el restaurante Kiruri para comer o echar el café. Así que en cuanto le vieron tendido en el suelo, caído en un charco de sangre, nadie podía contener la rabia de saber que están ante una injusticia. No tuvo oportunidad de defenderse, no tuvo la oportunidad de mediar. Dos disparos en la frente y uno en el pecho han hecho que ya no vuelva a celebrar más aniversarios con su mujer o que nunca pueda ver cómo sus cinco hijos cumplen años o deciden presentar a su futura pareja en la cena de Nochebuena. El frío del plomo ha vuelto a hacer estragos en una comunidad que no consigue salir hacia delante, una región que todavía no experimenta una verdadera democracia gracias al cada vez más débil yugo de la serpiente enroscada.
Mientras tanto su pueblo, Azpeitia, no sale de su asombro. Francisco Javier le dice a Txomin que si ha visto lo que le han hecho al pobre Ignacio. Begoña le comenta a Itziar que ella lo ha presenciado todo cuando se dirigía a casa tras salir de trabajar. Le cuenta cómo ha visto salir a dos jóvenes de un coche y le han dado tres tiros sin mediar palabra. No ha habido discusión, no ha habido miradas porque de lo contrario el terrorista puede dar marcha atrás o quizá ensañarse más.
Horas antes las ovejas negras del rebaño habían robado un coche. No querían dejar huellas y no tenían mucha experiencia. Fueron a por una víctima fácil, sin protección y sin sobresaltos para huir despavoridos como ratas de alcantarilla. Hacía años que se habían metido en el mundo de las herrikos y escuchaban relatos de cuando Franco no dejaba hablar en vasco. Ellos no lo habían vivido, pero lo sentían cercano en un Estado que no sienten suyo porque les "oprimía". Frente a la política social antepusieron lo "nacional", frente al calor de las personas, la fría "lucha" de días encerrados en un piso y disparos de mediodía.
Ahora toca el homenaje. Nadie lo quiere recibir en estas circunstancias, pero se debe dar porque son las víctimas quienes nos demuestran que todavía hay dignidad. Aún queda gente que no decide sucumbir al chantaje de los totalitarios, de los verdaderos fascistas, y eso da esperanzas para un futuro de paz. Debemos acabar con los asesinos del mito de Arana sólo si queremos una verdadera democracia donde el diálogo político sea posible. Si por el contrario nos conformamos con el silencio del alcalde azpeitiarra, de ANV para más señas, sólo tenemos que dejar que las cosas pasen. Francamente, yo no quiero pasar, quiero tomar partido y así lo hago desde este hueco de la red de redes. El valor de la palabra puede contra los métodos violentos, la fuerza de la ley contra los criminales. No lo dudemos jamás.
Comentarios
¿a donde coño os lleva esta lucha sin sentido?.
Seguiria expreando mis rabia en palabras, pero quiza tampoco sirva de nada.
Un saludo amigo
Muy bien expresado.
Déjame apuntar dos ideas.
-No es la "bondad" de la víctima lo que me hace repudiar el crimen.
Lo detestaría igualmente si el asesinado fuera una "mala persona".
-Ésa sociedad está enferma. Unos apoyan la lucha armada, otros, no la aprueban pero no la combaten, los más, votan a partidos que flirtean con los brazos políticos de élla, y son tibios, dubitativos, modificando su discurso según intereses electorales cortoplacistas.
Duende, "nos queda la palabra".
Un abrazo
Miguel, comparto contigo los dos matices. La sociedad vasca debe saber dar un paso al frente claro. Hay muchos vascos que lo dan, pero hacen falta más.
Nos queda la palabra y el Estado de Derecho.
Un abrazo a ambos.
Sin atajos...todo el estado de derecho sobre ellos !!!
Un abrazo, riojano.
Me alucina ver la concepción de "desarrollo" que tienen esos idiotas.
Requiescat in pace