No hay mucho interés en los medios de comunicación hacia la situación de la mujer afgana. Algunos podrán pensar que puede porque esa equiparación real con el hombre esté avanzando por el buen camino. Nada más lejos de la realidad. A día de hoy, las afganas siguen sufriendo la exclusión con un regimen formalmente democrático apoyado por los países occidentales no sólo en el aspecto privado (algo que siguen padeciendo muchísimas mujeres en el resto del mundo, incluso en los países más “desarrollados”) sino también en el público o social fuertemente influido por el mantenimiento de las apariencias religiosas.
Muchos podrán recordar las semanas anteriores a la ocupación del país asiático por parte de la OTAN. Sabemos pues que tras la acción armada se escondía una nueva estrategia de “lucha contra el terrorismo”. A pesar de esto, no eran pocos políticos e incluso periodistas los que apelaban a un sentimiento de carácter etnocentrista que entre sus objetivos destacaba la instauración de una democracia al modo occidental o la eliminación de la discriminación que sufría la mujer. La primera meta está temporalmente en una situación de fracaso con un sistema que sólo se extiende en determinadas zonas de la capital y regiones limítrofes. Si a esto, le sumamos la inexistencia de un tejido social fuerte, podemos comprobar entonces que la democracia afgana queda en papel y no en una realidad visible en el día a día. Con respecto a la situación de la mitad de la población del país, es decir de las mujeres, las cosas poco han mejorado.
Como la propia democracia, la igualdad real entre hombres y mujeres queda ciertamente muy lejos. Es verdad que la constitución de Afganistán reconoce la igualdad de ambos sexos ante la ley. Eso sí, ¿dónde queda entonces la equiparación social? Ahí es donde radica el problema y donde empieza a fluir un gran desánimo donde antes todo era esperanza. Palwasha Hassan, cofundadora de Afghan Women’s Network, así lo asegura: “Creían que sin talibanes todo cambiaría rápidamente, pero no todos los problemas que teníamos en Afganistán, y sobre todo las mujeres, eran por culpa del régimen talibán. Muchos eran consecuencia de los últimos treinta años, en los que hemos vivido el fin de la monarquía, la llegada de los soviéticos, la guerra civil, y finalmente, los talibanes”. Es decir, podemos ver que el problema de la mujer no sólo radica en el desarrollo durante varias décadas de un régimen medieval nacido para contrarrestar el avance geoestratégico de la URSS. El sustrato social, amparado por un país donde las interpretaciones del Islam han dejado mucho que desear, toma aquí una importancia capital.
Es entonces cuando se ha iniciado un proceso de cuotas de lo que muchos llaman como “discriminación positiva”. La implantación obligatoria de un número de mujeres nunca ha sido el auténtico camino hacia una equiparación real basada en la igualdad de oportunidades y en la complementación entre hombre y mujer, pero los casos son los casos y Afganistán es uno de ellos. Hasta hace unos pocos años, la mujer ha sido ninguneada tanto en la esfera pública como en la privada. Aún así, las cosas empiezan a transformarse y, por ejemplo, podemos encontrar a sesenta y nueve mujeres en la Wolesi Jirga o Parlamento afgano. Vemos pues un logro que todavía hubiera sido muy difícil de darse si no se hubieran desarrollado esas políticas de cuotas. Pero no todo es oro lo que reluce. El papel que estas diputadas desarrollan está estrictamente relacionado con la colaboración en el Ministerio de la Mujer por lo que se les establece así un rol determinado del que no pueden salir. Es aquí donde el gobierno debiera tomar partido e ir potenciando la presencia femenina en otros ámbitos de decisión frente a la presión que puedan ejercer los señores de la guerra presentes en el órgano legisltivo del país.
Muchos podrán recordar las semanas anteriores a la ocupación del país asiático por parte de la OTAN. Sabemos pues que tras la acción armada se escondía una nueva estrategia de “lucha contra el terrorismo”. A pesar de esto, no eran pocos políticos e incluso periodistas los que apelaban a un sentimiento de carácter etnocentrista que entre sus objetivos destacaba la instauración de una democracia al modo occidental o la eliminación de la discriminación que sufría la mujer. La primera meta está temporalmente en una situación de fracaso con un sistema que sólo se extiende en determinadas zonas de la capital y regiones limítrofes. Si a esto, le sumamos la inexistencia de un tejido social fuerte, podemos comprobar entonces que la democracia afgana queda en papel y no en una realidad visible en el día a día. Con respecto a la situación de la mitad de la población del país, es decir de las mujeres, las cosas poco han mejorado.
Como la propia democracia, la igualdad real entre hombres y mujeres queda ciertamente muy lejos. Es verdad que la constitución de Afganistán reconoce la igualdad de ambos sexos ante la ley. Eso sí, ¿dónde queda entonces la equiparación social? Ahí es donde radica el problema y donde empieza a fluir un gran desánimo donde antes todo era esperanza. Palwasha Hassan, cofundadora de Afghan Women’s Network, así lo asegura: “Creían que sin talibanes todo cambiaría rápidamente, pero no todos los problemas que teníamos en Afganistán, y sobre todo las mujeres, eran por culpa del régimen talibán. Muchos eran consecuencia de los últimos treinta años, en los que hemos vivido el fin de la monarquía, la llegada de los soviéticos, la guerra civil, y finalmente, los talibanes”. Es decir, podemos ver que el problema de la mujer no sólo radica en el desarrollo durante varias décadas de un régimen medieval nacido para contrarrestar el avance geoestratégico de la URSS. El sustrato social, amparado por un país donde las interpretaciones del Islam han dejado mucho que desear, toma aquí una importancia capital.
Es entonces cuando se ha iniciado un proceso de cuotas de lo que muchos llaman como “discriminación positiva”. La implantación obligatoria de un número de mujeres nunca ha sido el auténtico camino hacia una equiparación real basada en la igualdad de oportunidades y en la complementación entre hombre y mujer, pero los casos son los casos y Afganistán es uno de ellos. Hasta hace unos pocos años, la mujer ha sido ninguneada tanto en la esfera pública como en la privada. Aún así, las cosas empiezan a transformarse y, por ejemplo, podemos encontrar a sesenta y nueve mujeres en la Wolesi Jirga o Parlamento afgano. Vemos pues un logro que todavía hubiera sido muy difícil de darse si no se hubieran desarrollado esas políticas de cuotas. Pero no todo es oro lo que reluce. El papel que estas diputadas desarrollan está estrictamente relacionado con la colaboración en el Ministerio de la Mujer por lo que se les establece así un rol determinado del que no pueden salir. Es aquí donde el gobierno debiera tomar partido e ir potenciando la presencia femenina en otros ámbitos de decisión frente a la presión que puedan ejercer los señores de la guerra presentes en el órgano legisltivo del país.
Entre otros logros, las mujeres han podido volver masivamente al colegio. Con el régimen talibán apenas un 3% de las niñas iba al colegio, ahora son más dos millones las que pueden asistir a las clases. Eso sí, los datos presentados pueden ocultar el hecho de que son muchos los que están dejando de pisar los centros educativos por la inseguridad existente. Sin lugar a dudas, nos encontramos ante una mala noticia ya que es la educación, junto con las familias, uno de los pilares fundamentales para avanzar hacia una igualdad real. Y de todo esto no se habla. ¿Por qué se utilizó una liberación de la mujer tutelada para entrar en guerra y ahora no se sigue la situación que estas viven?
El camino que queda por delante es todavía largo y duro. Lo más difícil viene ahora cuando toca plasmar en la sociedad, en la nación afgana, el pensamiento de que hombres y mujeres deben ser iguales en derechos y en obligaciones tanto en casa como en la calle. “El modo de pensar talibán y de los ‘señores de la guerra’ subsiste en todos los niveles, en el gobierno, en el parlamento y en la sociedad -explica Palwasha Hassan-Es más difícil cambiar la mentalidad de la gente que las leyes”. Por ello, hará falta tiempo y mucha educación para seguir avanzando hacia un Estado donde las mujeres se puedan sentir libres. Queda bastante hasta que una mujer decida si quiere despojarse del burka, vuelva al mundo laboral si así lo desea o tenga narices para decirle a su marido que hoy le toca recoger a los niños de clase.
Comentarios
Salud.
Efectivamente cómo bien dices a la mujer afgana le queda mucho,pero es que es en todos los países árabes,yo he estado trabajando en Argelia,con los nativos existe una relación y máxime cuando dispones de los artículos que ellos no tienen acceso
Por lo que llegas a conocer el arraigo y la cultura que tienen sobre la figura de la mujer, de verdad es deshumanizada por completo ,en los clanes de estas familias,la persona de más edad es la encargada de vigilar a las más jóvenes cobrando por ese menester
Les queda mucho para disfrutar de una libertad relativa
Un saludo de Rasputín
Rasputín, ahí has clvado el concepto: deshumanizada. Fíjate la experiencia que tuviste en Argelia y multiplícala por 100 porque así tendrás una idea de lo que pasa en Afganistán. Aún les queda para disfrutar de una libertad relativa, mucho más para una total.
Bernat, una Aído sería apaleada aparte de que esta mujer no sabe enfocar bien la lucha contra la violencia sexista.
Un saludo a los tres.
Es repugnante,pero lo malo es que sabiendolo nadie hace nada por remediarlo.
Un saludo
Os contaré el pensamiento del argelino en general,
Cómo nos daba todos los días el tostón en el apartamento para beber y fumar lo que le apetecía,
le preguntamos por que no nos invitaba en su casa pues tenia dos hermanas que eran dos bombones,
y claro que nos invito ,pero en salas separadas,primero nos sirvieron a las no sé como digo
personas, pues ese calificativo no sé lo merecen
En otra ocsion le preguntamos ¿Por qué? no salía con su mujer de paseo ,contestando que eso seria un signo de debilidad varonil
Un saludo de Rasputín
Rasputín, resulta muy ilustrativos tus relatos sobre Argelia, en teoría uno de los países más avanzados en esta materia.
Un saludo
Nos vemos pues por aquí y dejamos los lares de La Rioja atrás...
Un abrazo nacho!