La guerra comercial, abierta y clara, se ha desatado. No es algo que estemos descubriendo ahora mismo -se veía venir, para qué vamos a mentir- pero resulta que se está oficializando gubernamentalmente por parte de la dictadura asiática. Ante la reciente retirada de juguetes por parte de la multinacional Mattel, China ha decidido impedir la entrada de tres tipos de galletas de una subsidiaria de la empresa estadounidense "Sopas Campbell". La razón principal argumentada para desarrollar esta medida es que estos productos podrían tener excesivos niveles de aluminio y ser, por tanto, perjudiciales para la salud. Parece ser que el Partido Comunista Chino se ha sentido más que ofendido por los 20 millones de productos liquidados en todo el mundo (500.000 de ellos en España y más de nueve en EEUU).
Quizá es más que inminente el imparable ascenso de la economía china, que se basa en la explotación laboral en un país en el que los sindicatos no tienen fuerza. Si no fuera por esta razón, nada de esto hubiera sucedido, más aún teniendo en cuenta que la calidad de los productos manufacturados chinos queda a años luz de los hechos en la Unión Europea, Estados Unidos o Japón. Tengo ganas de una competencia abierta ya que no saldríamos mal parados de ella. Es cierto que en un principio, como sucede ahora, pasaríamos por malos momentos, pero después saldríamos adelante. Debemos ser conscientes de que tenemos capacidad humana y técnica para especializarnos y conseguir sacar adelante nuestras empresas textiles o zapateras, por ejemplo.
En esto, la Administración Estatal de Supervisión de Calidad, Inspección y Cuarentena (AQSIQ) ha asegurado que ha encontrado niveles peligrosos de aluminio en 3,6 toneladas de galletas de la subsidiaria de Campbell. Según la nota oficial, el aluminio en altos niveles puede causar problemas gastrointestinales, anemia o incluso pérdida de memoria. Esta medida disuasoria no tiene otro objetivo más que el de tapar los recientes fracasos chinos en la fabricación de comidas contaminadas para mascotas, medicamentos y neumáticos, juguetes y pasta dental. El gigante asiático es el centro indiscutible de la piratería y la falsificación mundial. Allí todo lo imaginado puede tener su "compañero barato": desde medicamentos, hasta leche o pastillas de freno.
No debemos extraños pues de que China haya contraatacado con la prohibición de comercialización de estas galletas. La potencia económica regional, en su perfecto derecho, siempre actúa así ante la retirada de productos chinos. Un ejemplo es el sucedido a principios de este mes. Entonces, China prohibió las importaciones de pescado y de otros productos acuáticos producidos en Indonesia tras hallar niveles altos de metales pesados, incluyendo cadmio y mercurio. Lo cierto es que China todavía tiene grandes agujeros en la calidad de los productos producidos y en las condiciones laborales de los trabajadores. Les queda mucho camino por delante y, mientras no pongan medidas para mejorar el nivel de vida del ciudadano medio, seguirán con la misma tónica.
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