Manuel Siñeriz/ Cuando llegan estas fechas el laicismo militante se exalta sobremanera…
Comenzamos este último mes de 2006, a las puertas de la Navidad, con la carta de los diputados socialistas con motivo del aniversario de la Constitución. En este manifiesto, los socialistas nos deleitan con “perlas” como ésta:
“En un momento como el actual, en el que el fenómeno migratorio está convirtiendo a la sociedad española en una sociedad multicultural, es preciso recordar y reafirmar el valor de un principio constitucional, el de Laicidad”.
Comenzamos este último mes de 2006, a las puertas de la Navidad, con la carta de los diputados socialistas con motivo del aniversario de la Constitución. En este manifiesto, los socialistas nos deleitan con “perlas” como ésta:
“En un momento como el actual, en el que el fenómeno migratorio está convirtiendo a la sociedad española en una sociedad multicultural, es preciso recordar y reafirmar el valor de un principio constitucional, el de Laicidad”.
Frente a estas reacciones cabe recordar, por enésima vez, que la Constitución Española consagra en el artículo 16 la aconfensionalidad del Estado.
Señores socialistas, en nuestra Carta Magna no se hace referencia al, tan deseado por ustedes, Estado laico. Es más, el propio art. 16, a reglón seguido, establece que el Estado mantendrá relaciones con todas las confesiones religiosas, especialmente con la Iglesia Católica.
¿Por qué se hace una mención expresa a la Iglesia Católica? Pues es bien sencillo: ésa es la confesión mayoritaria de los españoles y la base de nuestras raíces histórico/culturales.
A pesar de que lo nieguen, la religión católica ha sido protagonista, para bien o para mal, en toda la historia de España.
“Los fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos”
Todos los fundamentalismos, incluido el de ciertos miembros del PSOE siembra discordia y separación dentro de la sociedad española. No está de más recordar el reciente viaje a Turquía del Santo Padre, una oportunidad que no ha desaprovechado para hablar de ecumenismo, diálogo interreligioso y paz.
No se trata, entiéndaseme bien, de imponer mis creencias al resto de la sociedad, incluidos los que profesan otras religiones; no obstante, si vivimos en democracia, donde se respeta el principio de las mayorías, habrá que dar, tal y como señala la Constitución, un cierto protagonismo a la religión que profesan, activamente o no, la mayoría de los españoles.
En este contexto, afrontamos estas fiestas navideñas. Algunos colegios públicos han suspendido sus festivales de Navidad.
Celebren festividades de otras creencias, seguro que eso enriquecerá a todos los alumnos porque conocerán no sólo la religión, sino parte de otras culturas distintas.
¿Por qué se hace una mención expresa a la Iglesia Católica? Pues es bien sencillo: ésa es la confesión mayoritaria de los españoles y la base de nuestras raíces histórico/culturales.
A pesar de que lo nieguen, la religión católica ha sido protagonista, para bien o para mal, en toda la historia de España.
“Los fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos”
Todos los fundamentalismos, incluido el de ciertos miembros del PSOE siembra discordia y separación dentro de la sociedad española. No está de más recordar el reciente viaje a Turquía del Santo Padre, una oportunidad que no ha desaprovechado para hablar de ecumenismo, diálogo interreligioso y paz.
No se trata, entiéndaseme bien, de imponer mis creencias al resto de la sociedad, incluidos los que profesan otras religiones; no obstante, si vivimos en democracia, donde se respeta el principio de las mayorías, habrá que dar, tal y como señala la Constitución, un cierto protagonismo a la religión que profesan, activamente o no, la mayoría de los españoles.
En este contexto, afrontamos estas fiestas navideñas. Algunos colegios públicos han suspendido sus festivales de Navidad.
Celebren festividades de otras creencias, seguro que eso enriquecerá a todos los alumnos porque conocerán no sólo la religión, sino parte de otras culturas distintas.
"Si quieren continuar con su política laicista, les animo a que la lleven hasta el último extremo, como a ustedes les gusta.
Eliminen como días festivos, no sólo el de Navidad, sino el Jueves y Viernes Santo, el día de la Inmaculada…"
Eliminen como días festivos, no sólo el de Navidad, sino el Jueves y Viernes Santo, el día de la Inmaculada…"
¿Me pueden explicar qué es lo que se conmemora, cuáles son las raíces profundas del día 25 de diciembre? ¿por qué se empeñan en negarlo?
Si quieren continuar con su política laicista, les animo a que la lleven hasta el último extremo, como a ustedes les gusta. Eliminen como días festivos, no sólo el de Navidad, sino el Jueves y Viernes Santo, el día de la Inmaculada… También introduzcan la laicidad en los patrones de España; propongo que en vez de celebrar Santiago Apóstol y la Virgen del Pilar, nombren como patrones a Santiago Carrillo y a Santa Pilar Manjón.
¿Quién les traerá a sus hijos los regalos el día de Reyes? Les aconsejo que, en vez de explicar que son los Reyes Melchor, Gaspar y Baltasar que adoraron al Niño Jesús en el portal de Belén, les digan que es el Rey (con perdón) Manuel Azaña.
M.S.
Comentarios
En cuanto a tu texto. Es obvio que el PSOE tuvo un fallo imperdonable al nombrar la laicidad como principio constitucional, pero tampoco va tan desencaminado. Para esto vamos a trasladarnos a la Transición. En un ambiente de inestabilidad y tensión postdictatorial y de cesión por parte de todos, la derecha tuvo miedo de pasar de un estado confesional a un estado laico y, por ello, se hizo un híbrido de "Estado Aconnfesional". Otro ejemplo de este tipo de proyectos lo encontramos en el "Estado de las autonomías" que no se diferencia mucho de un "Estado Federal" salvo por el nombre al que ese sector tenía tanto miedo. Aun así llevas razón en ese aspecto.
Eso sí, eso de "cambiar las festividades" es un poco rocambolesco y creo que ningún partido político lo va a cambiar. Al fin y al cabo es la sociedad quien debe mover estas tradiciones y no está por la labor. Si en un futuro nos encontramos en un contexto distinto, quizá cambien las cosas.
Un saludo y espero verte más por este blog.
Y es que, aunque no sea políticamente correcto decirlo hoy, me encanta la Navidad. Cuando veo que muchos se retuercen de malsana envidia al ver el calor de un hogar iluminado, el aroma del turrón recién cortado o el villancico entonado a coro por una familia, comprendo que sufren porque entienden que algo trascendente debe haber tras la felicidad. Y eso, de siempre, molesta mucho a los autoritarios que no quieren límites en su actuar.
Lo trascendente supone un freno para el poder. Lo suponía ya para los primeros reyes europeos que abandonaron los principios políticos democráticos y el sistema de Cortes tradicional y se perdieron por los vericuetos del absolutismo: disolvieron la orden templaria, intentaron controlar a la jerarquía eclesial, expulsaron a órdenes como los jesuitas y, en general, hicieron lo posible para suprimir la realidad espiritual. Siglos después, el “factor espiritual” supuso un incómodo freno a Hitler expresado en la encíclica "Mit brennender sorge" de Pío XI; supuso uno de los detonantes del final del comunismo soviético, y supone hoy, a través de la Doctrina Social, una espuela frente a los excesos del capitalismo y frente a los experimentos sociales como el genocidio abortista. Lo trascendente es incómodo para los poderosos, porque implica una expresión social: los principios del Derecho Público Cristiano y los valores humanos y morales del Evangelio.
Por eso quieren ocultar cualquier expresión religiosa, por eso defienden un laicismo totalitario que castra espiritualmente la sociedad. Es completamente normal pensar que el Estado –es decir, las instituciones- sean aconfesionales. Lo que ocurre es que, en su indigencia intelectual, hay muchos que no distinguen “Estado” de “país” (que es mucho más de las instituciones). O, mejor dicho, lo distinguen demasiado bien, y por eso defienden un “laicismo” que es totalitario en su esencia, pues supone la sordera de las instituciones ante una realidad fundamental en su pueblo. En su alocado revisionismo histórico de la Constitución del 78 pretenden hacernos creer que “aconfesionalidad” –neutralidad cooperadora- es lo mismo que laicismo; y que no sólo el Estado, sino la sociedad, debe ser laica. Apañados van. Nos van a tener que arrancar a golpes de las iglesias como lo hicieron en los años 30 si pretenden que renunciemos a la expresión pública del Cristianismo, esa expresión social que llevó a Jesús a extender su mensaje a mendigos, pecadores o prostitutas a su paso por Palestina, y a pedirnos que seamos “pescadores de hombres” en la misión evangelizadora. Yo no voy a vivir mi fe de puertas para dentro. No renuncio al Reinado Social de Jesucristo, ni a la expresión trascendente que está en el fondo de la Navidad: que Jesús nace en nuestros corazones.
Y tú, Manu, lo has percibido muy bien en tu gran artículo: el odio a la Navidad de los Grinch de hoy en día implica unas raíces más profundas que el odio al acebo o al espumillón. El regalo que "el rey Azaña" puede hacerles a los niños no es ninguno de los libros de Enyd Bliton, ni la colección de Guillermo Bronw, y menos la Biblia que los reyes me trajeron una vez en mi infancia. Es un libro mucho mejor: el libro de texto de la Educación para la Ciudadanía.
Pese a todo, ¡Feliz y Santa Navidad a los dos!
Es una tontería que los socialistas tengan que eliminar del calendario las fiestas tradicionales, puesto que de ser así hasta tendrían que quitar los domingos, con la consecuente discriminación que para los agnósticos y ateos, y para los creyentes de religiones no cristianas, supondría tener menos festivos que los cristianos. Las fiestas lo son, a efectos laborales, para todos, con independencia de si estás de acuerdo o no con su significado.
La libertad religiosa y la estricta separación entre Iglesia y Estado, base común de un Estado de Derecho como el nuestro que no puede ni debe identificarse con ninguna religión oficial por cuestiones obvias, no consiste en si el 25 de diciembre o el Jueves Santo es o no es fiesta (por cierto, muchas de las fiestas son decretadas como tales por las CCAA y por las Corporaciones Locales, entre ellas la del Jueves Santo, o el Día de San Esteban, o el Día de la Segunda Fiesta de Pascua, que en algunas Comunidades no es festivo, con lo que nada tiene que ver el Gobierno del PSOE con todo esto), sino que la separación Iglesia-Estado toma su fundamento, en mi opinión, en:
1. Inexistencia de vínculo alguno entre Gobierno y las confesiones religiosas a la hora de imponer, unos a otros, la política a aplicar. Todo ello, evidentemente, sin perjuicio de la capacidad y necesidad de intervenir en la formulación de políticas.
2. Libertad absoluta de profesar una religión u otra por parte de todos los ciudadanos, sin discriminación alguna.
3. Derecho a realizar, o no, la asignatura de Religión en clase. Más allá de las materias básicas y comunes para todos, la formación catequística debe reservarse solo para aquellos que así opten voluntariamente por ella, en los centros públicos o concertados (en los privados, evidentemente, el centro es libre para establecer las materias que considera de curso obligatorio), y siempre partiendo de la pluralidad de ofertas que en este sentido debe existir (con las 4 religiones oficialmente reconocidas en España).
5. Todo lo anterior entendido sin perjuicio de cualquier otra relación que puediera existir entre Iglesia y Estado como, por ejemplo, financiación de centros hospitalarios religiosos u otros centros sociales donde se realizan acciones de tipo social; financiación para el mantenimiento del Patrimonio Artístico, Arquitectónico y Cultural del país; etc. Pero que en ningún caso esto conlleva vinculación alguna de unos y otros.
Es por eso que, a partir de la férrea separación entre Iglesia y Estado, podemos concluir que el Estado debe poder poner como fiesta laboral cualquiera que considere oportunas partiendo de criterios que, como tales, considere como los más apropiados y convenientes, como puedan ser los tradicionales o históricos. ¿Y por qué no, si la mayoría social de los españoles algún día lo requiere, no cambiar una fiesta religiosa cristiana por otra musulmana? Si la voluntad de los ciudadanos así lo expresa democráticamente, una confesión religiosa cualquiera, como puede ser la católica, o cualquier otra, no es nadie para decir que no. Es la ciudadanía, es el Estado, quien decide.
Al leer tu comentario me vienen a la mente aquellas clases de comentario de texto,preparatorias para la tan temida Selectividad (no sé si tú, por tu edad, has tenido que pasar por eso). Volviendo al tema, en aquellas lecciones intentábamos, como objetivo principal, captar cuál era el sentido principal de los escritos.
No estaría de más que dieses una cuantas clases de estas de las que te hablo.
En mi artículo, intento poner de manifiesto que la Navidad ha perdido su dimensión, entre otras cosas, debido a la política laicista que está aplicando el Gobierno español...
No discuto que las fiestas señaladas en el calendario laboral español no lo son por motivos religiosos, y tampoco que debe existir una estricta separación Iglesia-Estado.
Creo que no has captado mi mensaje y te animo a que lo analices de nuevo, no es muy complejo, y comentes de forma consecuente; no dudo de tu capacidad.
Un afectuoso saludo.
M.S.
Un abrazo.
Un saludo.