En un día en el que el nieto de Pinochet ha sido expulsado del ejército chileno o en el que ha muerto una gran figura política como fue Loyola del Palacio, leo con estupor un nuevo atropello de los Derechos Humanos. Para mi asombro, observo que resulta que el Tribunal Supremo Israelí ha rechazado cambiar el muro de Cisjordania, declarado ilegal por la Haya, para mantener así su "estatus de seguridad" frente al terrorismo.
Aislados por el cemento que se eleva varios metros sobre la cabeza de palestinos e israelíes, unas 58.000 personas tienen dificultades para acceder a sus lugares de trabajo o estudio. Pero ahí no queda todo, los problemas se acrecientan cuando estas 58.000 personas se encuentran en grandes aprietos para disfrutar de agua y alimento.
Esta mole de separación está levantada al norte de Jerusalén, en la zona de la localidad de A-Ram. Por desgracia, su presencia nos hace recordar otros tiempos. Años en los que la Guerra Fría dividió Alemania y Europa entre dos sistemas antagónicos que mantuvieron en constante presión al resto del planeta. Una etapa cuyas prácticas creíamos desaparecidas hasta que el apoyo de la "gran potencia", con sus vetos y demás prácticas, justifica y defiende la construcción de esta división artificial.
Argumentando la legalidad del muro en su emplazamiento israelí, la vergüenza sigue extendiéndose con paso firme y decidido. La seguridad copa la política sin mostrar inquietud alguna ante la progresiva pérdida de los derechos y libertades de la sociedad civil. En una época en la que se tienden puentes, otros se dedican a contruir barreras justificándolas en lo injustificable.
Comentarios
En vez de presentar soluciones finales, que a lo mejor no les interesan, ponen parches que no tienen futuro o no deberían tenerlo.
Un saludo.